
"El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor." Fiodor Dostoievski.
Desperté. Mis ojos miraron el techo de la habitación y luego al reloj de la cómoda. La visión borrosa y algo adormilada, no me permitía hacerme una composición tiempo–espacio adecuada, pero la luz que entraba por la ventana a medio cerrar indicaba, sin posibilidad de error, que era de mañana. Estaba confundida, dolorida, con la sensación de haber tenido un terrible sueño y la resaca de haber sido consumida por la angustia de una muerte. Intenté repasar los hechos del día anterior, pero no recordaba nada extraño, salvo que después de sentarme a los pies de la cama …, no recordaba nada más.
Con mucha dificultad logré incorporarme. Ahora, la luz me llegaba a borbotones desde el comedor como si hubieran descorrido el cortinado de la puerta de acceso al patio. Me quedé largo rato mirando la cortina cerrada sin entender que pasaba, porque la luz era cada vez más intensa. Quizás la gran cantidad de días nublados y lluviosos, habían desacostumbrado mis ojos al brillo del sol, del bello sol tan tibio…
Mi gata saltó a mi falda y el haz de luz que me cegaba, se cortó repentinamente con su cuerpo peludo y oscuro. Quise acariciarla pero mi mano estaba completamente dormida y erraba los movimientos más elementales.
Inmediatamente, las puntadas en la cabeza se hicieron sentir y a la par que un dolor insoportable me hacía llevar las manos a mis sienes, sentía que me iba yendo del lugar, que involuntariamente lo abandonaba, que caía en un irremediable sueño de convulsión.
Desperté. Mis ojos miraron el techo de la habitación y luego al reloj de la cómoda. La visión borrosa y algo adormilada, no me permitía hacerme una composición tiempo–espacio adecuada, pero la luz que entraba por la ventana, el brillo de esa luna resplandeciente, me indicaba -sin posibilidad de error- que era de noche.
* título de la Obra : "Muchacha Epileptica" Cuadro de los Milagros, 1510, Girola Altötting.