lunes, 19 de enero de 2009

Ese...árbol

Andaba caminando sin rumbo. Dejándome llevar por el sol, el aire y la belleza del lugar. Recuerdo que estaba algo deprimida por las cosas que sucedían en el mundo...y a mi alrededor. Cerré los ojos y me senté sobre la hierba fresca, a la sombra.Los abrí, para ver el efecto del sol en la tarde que se alejaba.
Sentí como si alguien me mirara...y recordé que estaba sola en el lugar. Al volver la cabeza, me llamó la antención un árbol de forma extraña que parecía algo así como un monstruo bueno pidiendo ayuda.
Me acerqué y acaricié su tronco áspero...que me pareció suave al contacto. El viento le hablaba a sus ramas y parecía que lo consolaba. Me senté junto a el.
Al apoyar mi espalda noté como si se alegrara...a riesgo de que me tomen por drogada o alcoholizada, no había tomado nada que me hiciera alucinar.
Sin embargo seguí sintiendo cosas por lo menos raras, por darles un nombre.
La sensación era ...como cuando uno se apoya en la espalda de alguien y se percibe su respiración.
Creo que me adormecí. Eso creo. Por que escuché una voz profunda que me contaba muchas historias. Algunas hermosas...otras tristes. Historias de amantes, de niños, de peleas y hasta de traiciones. La voz me decía que estaba obligada a verlo todo. No era su intención espiar a nadie...A veces se alegraba de hacerlo, otras...le dolía no poder corregir nada.
Una hoja me rozó el brazo. Abrí los ojos y el pájaro que había visto en una rama del viejo árbol, todavía me miraba sin espantarse. Calculé que no había pasado mucho tiempo.
En realidad, quiero ser sensata. Salía de una larga enfermedad y esto me había sensibilizado un poco. Digamos que mi estado emocional no era muy centrado, digamos que siempre fuí bastante imaginativa, que soy bastante proclive a soñar absurdos...Pero cuando me iba, una pequeña rama me rozó la frente y lo sentí como una despedida.
Esta es la imagen que vi...ustedes que piensan?
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jueves, 15 de enero de 2009

--¡ Otra loca más en la familia !- (la voz retumbó en el cuarto)--
--¡ Pero que barbaridad estás diciendo, ella NO está loca!- (le gritaron a la voz)--
Aquellas palabras no habrían tenido demasiadas consecuencias si no hubieran salido de la boca del padre y estampado en sus catorce años como la cachetada más cruel.
¿Qué significaban aquellas palabras? ¿Era ya una loca o se convertiría pronto en una?. Jamás conoció la respuesta y por eso siempre tuvo miedo al porvenir.
Un día decidió que –fuera ya una loca o se encontrara camino a ello- debía hacer algo.
Llorar y reir demasiado son actitudes extremas e indicios de locura -se dijo- así que dejó de hacerlo.
Evito mirar fijamente a los ojos. Todos sabemos de la mirada desafiante del loco y como busca en los ojos del que lo rechaza, el motivo.
Y un día dejó de hablar, porque recordaba las conversaciones incoherentes de su tía Cata - la hermana de su padre- y sus constantes viajes al campo por su “delicada salud”. Ella sentía que –a veces- no lograba expresar claramente lo que le ocurría, por eso fue una suerte el día que escucho a su abuela decir que si Cata no hablase tanto quizás todo sería menos evidente. Entonces dejó de hablar, pero no de golpe, porque habría llamado mucho la atención.
Paso un tiempo y ella estaba realmente feliz pero se cuidaba de demostrarlo, al menos eso leí en su diario personal años después. Había logrado superar los desmayos y ya nadie tenía que correr a sostenerle la cabeza. Evidentemente las pastillas que tomaba estaban haciendo su trabajo…pero ella también hacía el suyo: Ya no lloraba, ni reía; no hablaba con nadie y apenas si levantaba la cabeza cuando algún sonido la sobresaltaba -un reflejo involuntario, en el que estaba trabajando aún-, se lee en las últimas paginas de aquel diario.
Cuando me mandaron a retirar sus pertenencias al hospicio, encontré un cuaderno que le había llevado su hermano para que dibuje. Había algo escrito bajo el dibujo de una sirena cantando: “Lástima que cuando las sirenas cantaron, mis oídos se habían cerrado para siempre”